sábado, 3 de marzo de 2018

Pete Carril, un pionero del nuevo baloncesto

Artículo escrito por Aitor Cano, incluido en el programa número 4 de Orgullo Púrpura, el primer podcast en español sobre los Sacramento Kings. Puedes escucharlo aquí

A veces cuando vemos que el baloncesto cambia, tendemos a pensar que lo provoca su propio contexto. Y ¿quién es su contexto? Los jugadores. Vemos que las transiciones ofensivas son rápidas, que el balón no sólo se mueve más sino que quien lo mueve es todo el equipo y no sólo el base. Vemos a los altos tirar de tres y a los pequeños realizar backdoors. Y nos decimos que este deporte avanza y con ello el físico y la técnica de los protagonistas: los jugadores. 

Un hombre pequeño y carismático sonríe a carcajadas. Y si no lo hace él, siempre nos gustará imaginarlo así. Su nombre es Pete Carril y él cambió el baloncesto hasta convertirlo en lo que vemos hoy. 

¿Han oído hablar del ataque Princeton? Pues él era su entrenador. Desde 1967 fue el entrenador de los Tigers de Princeton, universidad situada en New Jersey. Admirador del movimiento de balón, amante de crear espacios en el parqué y un sello propio: ¿para qué tirar de media distancia cuando dos pasos atrás las canastas valen tres puntos? 

Sí, sus equipos tiraban muchísimo de tres. Gran conocedor de una estadística que cuando era preguntado por ella, jamás dijo conocerla más que por instinto. Princeton no podía competir en físico con las más grandes, tampoco en técnica individual, así que decidió trabajar un aspecto, el mental. 

Y partiendo de una máxima: si mis jugadores entrenan todos los días y ellos están capacitados para enfrentarse a los mejores, ¿por qué no fiarlo todo a su talento? Así creó un juego que consistía en el movimiento continuado del balón, pasando por las manos de todos los jugadores en la pista una y otra vez hasta que en un momento el espacio se abría y uno de ellos podía tirar a canasta. Eliminando la duda y el miedo al fallo.

Pete Carril, nacido en Pennsylvania el 10 de Julio de 1930 era hijo de padres asturianos que tuvieron que emigrar a los Estados Unidos. Quizá fuera esto lo que le llevó a poner el corazón y la exigencia con sus jugadores, a veces demasiado duro, para terminar siendo tremendamente apreciado por casi todos. Se pueden leer varios testimonios como el de Chris Doyal diciendo que estuvo a punto de marcharse del equipo por no soportar la presión. Cuando le preguntan a Carril sobre su dureza, él corrige.

"No era dureza sino demandar lo que sabía que era capaz de sacar alguien de sí mismo y de su trabajo”. 

Ante esta estampa de jefe gruñón surgía la del entrenador innovador: ¿mover el balón, confiar en el tiro exterior y el talento individual? Esto lo aprendió Geoff Petrie, jugador estrella de Princeton del 67 al 70 y que casualmente jugó el partido al que más mérito da nuestro protagonista: ¿la victoria en la NCAA? No. Cuando perdieron en el 69 por un punto ante el mismo rival, UCLA. Equipo que al final se haría con el título de campeón y que según palabras de Carril, fortalecería sus ideas. 

Ya sabemos la historia que viene. Cuando Petrie llega a los despachos de Sacramento, no sólo le preguntó a Adelman si Chris Webber era idóneo. Sino que realizaría una llamada más: pondría a Pete Carril en el banquillo como asistente. 

Hace unas semanas, casualmente, el mismo Carril era llamado por el programa de Grant Napear y Doug Christie. Y en el mismo saltaron dos cosas a la vista. Por un lado el cariño que le profesaba Christie, que le declaró amor incondicional. Y por otro el cariño que el entrenador le tiene a aquel equipo. 

"¿Jugaban como lo hacía el Princeton de Carril?" le preguntaron. "Fue mucho más allá", dijo. 

Y apuntaba además que "tener pasadores como Webber o Vlade Divac en la zona y añadir el talento de Peja Stojakovic o Hedo Turkoglu hacía de los Kings un equipo enorme". Él sabía que aquellos jugadores practicaban un baloncesto que llevaba su sello.

No es de extrañar que hoy, marzo de 2018, sea considerado uno de los padres directos del baloncesto moderno. Pero con la sorna de alguien habituado a contestar de forma retórica a cualquier pregunta, manifiesta sentir miedo a que se demuestre que la ventaja que da el triple sea incontestable si se depura al máximo.

"Si hay tantísimos triples, esto perderá interés". 

Pete Carril, otro gran rey de nuestro orgullo púrpura.