jueves, 21 de abril de 2011

60º aniversario de un anillo

Un día como hoy de 1951, Rochester Royals ganaban el anillo de la NBA. Tan solo era la tercera temporada de la historia de la que después sería la mejor liga del mundo, y el equipo creado y dirigido por Les Harrison se imponía.

Tras unos playoffs durísimos, donde los Royals vencieron a Fort Wayne Pistons (2-1) y al mejor equipo de aquel año -Minneapolis Lakers (3-1)- gracias al factor cancha recuperado en el segundo partido, y a una lesión de George Mikan que le impide jugar el resto de la serie. En las Finales esperaba New York Knicks, que venía de ganar a Boston Celtics (2-0) y a Syracuse Nationals (3-2). En sus filas, jugadores como Harry Gallatin, Vince Boryla y Enrie Vandeweghe.

Durante la liga regular, ambos equipos se habían enfrentado en seis ocasiones. Tres victorias para uno, sin ganar a domicilio en ningún caso.

Y así fue hasta el tercer partido de las Finales. Los Royals llegaron a la Gran Manzana con un 2-0 en el casillero, y la sorpresa llegó en el Madison Square Garden. Arnie Risen -con 27 puntos- lidera la victoria de Rochester y el 3-0 parece definitivo.

Pero New York reacciona. Ganan el cuarto partido en casa con un partidazo de Connie Simmons -26 puntos- y viajan a Rochester para vencer su primer partido en esa cancha en los últimos tres años. 3-2 en la eliminatoria y de vuelta a New York. En un partido a vida o muerte para los locales, los Knicks consiguen su tercer triunfo consecutivo. Vandeweghe y Zalfosky había logrado lo imposible. La final está empatada a 3, todo se deja para el séptimo.

Aquel 21 de abril de 1951 se iba a decidir la NBA. Un día como hoy hace sesenta años. Rochester sabía que en caso de derrota su rídiculo sería histórico. El partido comienza con mucho empuje desde el inicio, pero con una mínima ventaja al descanso (40-34). A falta de dos minutos, los Knicks se ponen por delante, pero Risen manda fuera del partido a Simmons por faltas. La tensión se puede tocar, hasta que Bob Davies saca una falta a Dick McGuire y pone dos arriba a Rochester. 44 segundos para el final.

En aquella época, las reglas de la NBA indicaban que en los dos últimos minutos de partido, tras un tiro libre se producía un salto entre dos. El balón fue para los Royals, y Jack Coleman anotó la última canasta del partido. El anillo era de Rochester.


Desde entonces ninguna franquicia posterior a estos Rochester Royals y que han derivado en Sacramento Kings, ha pisado unas Finales, y por supuesto, no ha ganado el anillo.

Dirigido magistralmente desde la banda por Les Harrison, aquellos Royals eran un equipo muy inexperto donde Paul Noel -26 años y 3 de experiencia NBA- era el veterano del grupo.

Por encima del colectivo había dos claras referencias. Por dentro, el magistral Arnie Risen (Hall of Fame en 1998 y 4 All-Star) y elemento clave en playoffs; y en el juego exterior, Bob Davies (Hall of Fame en 1970 y 4 All-Star) encargado de anotar los dos tiros libres decisivos.

Pero a su lado, existía una batería de jugadores fiables, cuyo rendimiento era fundamental para que el grupo funcionase. En este aspecto hay que destacar a los otros tres titulares: Jack Coleman (1 All-Star), Bobby Wanzer (Hall of Fame en 1987 y 5 All-Star) y Arnie Johnson.

La rotación -como en todos los equipos ganadores- tenía una labor destacada. Ahí destacaban especialmente Red Holzman y Bill Calhoun, sextos hombres con alma de titulares y que a menudo tenían tanta presencia anotadora como Wanzer o Coleman.

En el lado oscuro del banquillo, Paul Noel, Pep Saul (ganaría 3 anillos más con Minneapolis Lakers) y Joe McNamee, destinados todos ellos a dar descanso a los titulares y dotar de intensidad defensiva al quinteto que estuviera en pista. Especialmente Noel y Saul serían los sacrificados en los minutos de playoffs.

Y así se construyó la historia del único equipo que ha ganado el anillo en lo que ahora son Sacramento Kings. Tan solo Bob Davies tiene su camiseta colgada en lo más alto del pabellón, a pesar de que Risen y Wanzer sean Hall of Fame, o que Coleman y Johnson fueran fundamentales en aquel anillo.


En ocasiones, la historia se olvida de su profundida y es algo positivo su recuerdo.